- Hace pocos días hemos publicado un artículo del JEMAD donde hablaba de los valores castrenses en época de crisis. Si bien desde la experiencia de viejo soldado ese artículo no tenía desperdicio, hoy esta carta que publicamos del Teniente Gras Baeza, que consideramos complementaria en cuanto a valores se refiere, tampoco lo tiene. Escrita desde el joven corazón forjado en el solar zaragozano y en los campos de Toledo, en los valores castrenses y de amor patrio, y sólidos principios éticos y morales, constituye todo un ejemplo para todos los españoles de buena fe que intentamos estar a la altura que nuestra Nación merece en momentos tan complicados. Desde el Círculo de Amigos de las FAS, te damos AMIGO Agustín las gracias desde lo más profundo de nuestro corazón... Gracias por tu ejemplo, gracias por tus valores, gracias por tus aportaciones a nuestras sociedad, por el impagable servicio prestado a España realizado en Afganistán, gracias por darnos un nuevo motivo para amar a nuestra Patria y a nuestro Ejército, gracias por darnos fuerzas para seguir trabajando desde la sociedad civil y desde el corazón por divulgar la Cultura de Defensa, y para tener el honor de serviros a gente tan extraordinaria como tú, esa gente de uniforme que tanto respeto nos inspira. Hacemos extensivo nuestro agradecimiento a todos los militares que sirven a España en los teatros de operaciones, a los AMIGOS que como tú han resultado heridos en acto de servicio, a Ismael, al RIL Soria 9 ( el más antiguo) y a los que desgraciadamente dieron su vida en un acto sublime de generosidad en defensa de la sociedad en que vivimos. Vosotros dais la vida para que otros puedan vivir en libertad incluso para poder ofenderos con sus opiniones. ¡GRACIAS AMIGO! Ojalá la Patria sea capaz de estar a la altura que mereces.
Alfonso Rojas Salcedo
Presidente
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"Mi vocación sigue intacta", por Agustín Gras Baeza
Foto: Alberto R. Roldán |
«Mi deseo es trabajar por la seguridad de España y volver a los puestos de más riesgo»
"Regresábamos de una patrulla de reconocimiento por la ruta Lithium, mi vehículo era el cuarto de la columna. No recuerdo la explosión, posiblemente perdí el conocimiento por unos instantes. Los gritos de mi conductora me devolvieron a la realidad, me encontraba en una postura extraña, aturdido, algo me quemaba la zona lumbar y un tramo del cinturón de seguridad me aprisionaba el cuello, dificultándome la respiración y el habla. Creo que en ningún momento fui consciente de las heridas que había sufrido, aunque al escuchar la agonía de mi conductora supe que la situación era grave. De hecho, cuando dejó de gritar me temí lo peor y le ordené que siguiera gritando. No recuerdo que me doliera excesivamente la pierna, me preocupaba más el no sentirla.
Cuando me desperté dos días después en el Role-2 de Herat, no recordaba absolutamente nada de lo que había pasado, mi primer pensamiento fue: ¿qué hago aquí? Entonces me explicaron lo sucedido y me dijeron que todos los ocupantes del vehículo estaban fuera de peligro, lo que me alivió bastante. Recuerdo que estaba tapado de cintura para abajo y note que faltaba algo, por eso mi siguiente pregunta fue: me han amputado la pierna, ¿verdad? Cuando me respondieron afirmativamente, lo primero que pensé fue que mi carrera militar había terminado. Aún no hacía un año que había recogido mi despacho de Teniente y ya no iba a poder seguir desempeñando mi profesión, aquella por la que llevaba casi 10 años luchando. Había tenido el privilegio de mandar una sección de hombres y mujeres magníficos y ahora tocaba separarme de ellos.
Después del viaje de regreso a España, vinieron 4 largos meses de convalecencia en el Hospital Gómez Ulla, en los que, afortunadamente me sentí en las mejores manos y en los que el apoyo de familiares, amigos y compañeros de profesión fue una constante. También debo añadir los numerosos reconocimientos que he recibido, como la Cruz al Mérito Militar con distintivo amarillo, Medalla de Oro de la Cuidad Autónoma de Melilla (junto al soldado Ibrahim Maanan Ismael, que resultó herido en el mismo ataque) y el Premio del Club Gotia.
Tras recibir el alta médica, regresé a Melilla para continuar con la rehabilitación y seguir aprendiendo a manejar la prótesis. En diciembre, con lágrimas en los ojos, tuve que despedirme de mi querida unidad, el RIL. Soria 9. Debido a mi pérdida de aptitud física, había dejado de estar destinado en el Regimiento. Atrás quedaban mis leales subordinados, mis atentos jefes y mis excelentes compañeros. No obstante, tengo la esperanza de que esa despedida se convierta en un hasta luego. Ahora mi lucha consiste en demostrar que sigo siendo útil para el servicio. Mi deseo es continuar trabajando por la seguridad de mi país y regresar a los puestos de mayor riesgo y fatiga. Mi cuerpo está mutilado, pero mi espíritu y mi vocación se encuentran intactos. La preparación de un oficial de infantería incluye formación física, táctica, técnica y moral. Considero que la amputación sólo me limita en la primera de ellas, al menos de momento. De lo que no tengo ninguna duda es de que fue únicamente la pierna, no la cabeza ni la ilusión, lo que perdí en aquel polvoriento camino de Afganistán."
Agustín Gras Baeza, Teniente
(Herido en Afganistán)
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