y a los valientes que sirvieron en la División del Norte
Recientemente ha tenido lugar en Madrid un bello acontecimiento en recuerdo al Regimiento Imperial Alejandro. Hace unos dos meses fue en Bailén donde se rindió especial homenaje a este Regimiento por el vínculo romántico que en su día se forjó entre esta unidad, el Zar de Rusia Alejandro I y la ciudad de Bailén, en la que se descubrió una bonita placa conmemorativa. Esta curiosa unidad se formó con soldados españoles desertores del ejército napoleónico francés, sirvió inicialmente a la Rusia del citado Zar hasta su repatriación a España en octubre de 1813. Por expreso deseo del Zar y a instancias del embajador español en Moscú se le entregaron las banderas precisamente el 19 de julio de 1813, quinto aniversario de la famosa batalla de Bailén, hecho histórico tan señalado para la Patria, como mejor forma de rendirles homenaje.
Zar Alejandro I |
Al hilo de esta romántica historia, publicamos un artículo de nuestro amigo y alférez reservista D. Juan Jesús Ruiz Ciriza en recuerdo a aquellos valientes que integraron la División del Norte y que tras diversas vicisitudes no consiguieron regresar a la patria y fueron hechos prisioneros por los franceses obligándoles a luchar a las ordenes del imperio francés.
LA DECISIÓN HONORABLE
El siglo XVIII está marcado por las alianzas con Francia como consecuencia de los pactos de familia, derivados del advenimiento de la dinastía borbónica al Trono de España.
Tan es así que, tras la caída de Luis XVI, como consecuencia de la Revolución Francesa, España puso en marcha un plan de rescate del monarca francés que, al fracasar, fue una de las causas, posiblemente la más importante, de la guerra contra la Convención.
Las derrotas sucesivas y el ascenso al poder en Francia de Napoleón Bonaparte, determinaron una nueva alianza, esta vez mediante el Tratado de San Ildefonso, que tuvo, entre otras consecuencias, el envío a Dinamarca de una fuerza de unos 14000 soldados españoles, al mando del Marqués de la Romana, supuestamente para atender la petición de ayuda del monarca danés, pero con la intención real, por parte de Napoleón, de invadir Suecia, junto con un contingente belga de la misma entidad.
Las tropas españolas, denominadas División del Norte, llegaron a Dinamarca en marzo de 1808 y fueron distribuidas en una larga sucesión de puestos y pequeñas guarniciones, de manera que no constituyeran un conjunto unitario, encontrándose, además, rodeadas por otras más numerosas, afines a Napoleón, con las consiguientes dificultades adicionales en cuanto a cohesión, comunicación, etc.
Sin embargo, desde el principio, las precauciones imperiales resultaron inútiles. Bastó que se tuvieran noticias de los sucesos de mayo en Madrid y el ascenso al trono de España de José Bonaparte, para que los regimientos de Asturias y Guadalajara, se sublevaran, matando a un oficial francés, y marcharan sobre Copenhague, siendo interceptados por los franceses que los desarmaron. De las cosas inimaginables, esta es una de las que más: dos regimientos españoles de infantería intentando tomar Copenhague en pleno siglo XIX así, por las buenas, sin logística, sin parque, sin apoyos y rodeados de tropas enemigas. La verdad es que, semejante locura, merecía haber tenido un buen final.
Estos regimientos, junto con el de caballería de Villaviciosa, que no consiguió reunirse en Langeland con el grueso de la división fueron apresados y no pudieron evadirse… porque lo que hicieron los demás, fue exactamente eso: Evadirse de una tierra lejana para regresar a España, donde consideraban que debían estar, a pesar de los pactos, tratados, abdicaciones y demás argumentos que se les esgrimieron.
La evasión entra de lleno en el terreno de la épica y constituye un relato apasionante en el que se entrelazan aspectos muy diversos que no pueden ser tratados aquí, así que, prescindiendo de otras connotaciones, interesa destacar lo importante del núcleo de la historia: la decisión colectiva, asumida libremente, en un momento crucial, de tomar el camino que, como soldados españoles, consideraban que debían desempeñar en los acontecimientos de su país.
En las circunstancias más adversas, dispersos, rodeados y casi sin comunicación con las unidades, el mando, en conexión con el sentir de la tropa tomó la decisión más difícil: combatir en esa tierra lejana y hostil para regresar a España, donde presumían ser necesarios.
Las condiciones, hasta conseguir ser embarcados por la escuadra inglesa en Langeland fueron dificilísimas pero un total aproximado de 9000 hombres, en una de las evasiones más grandes de la historia, lograron reintegrarse a España, donde la división combatió en la Guerra de la Independencia.
Los regimientos que no pudieron escapar fueron encuadrados por Napoleón en la Grande Armée y participaron en la invasión de Rusia, pero ambas peripecias (las de los que regresaron y las de los que no) son otra u otras historias que, aunque no cambiaron los acontecimientos, constituyen uno de los hechos históricas más asombrosos y desconocidos de la historia.
Juan José Ruiz Ciriza
Alférez Reservista Voluntario
No hay comentarios:
Publicar un comentario