Era el gélido invierno de 1943, unos 33.000 hombres del ejército ruso trataban de liberar Leningrado del asedio alemán. Una división de voluntarios españoles se vio inmersa en ese infierno entre la nieve y el fuego. Esos jóvenes divisionarios derrocharon un inmenso coraje, disciplina y espíritu de sacrificio, tocaron las cotas más altas del heroísmo cubriéndose de gloria en una causa perdida de antemano. Muchos de ellos murieron combatiendo a bajo cero, entre la nieve, algunas unidades fueron baja casi al completo, tal es el caso de la 5ª compañía del II Batallón del 262 regimiento, la del capital Palacios, otros fueron hechos prisioneros. Miles de hogares españoles vivieron el drama de la muerte y la perdida de un hijo ó hermano perdido, gente joven en su mayoría idealista, que entregaron su vida lejos de España en una causa que no era la suya aunque ellos creyeran lo contrario.
Setenta años después queremos tener este recuerdo, exento de cualquier atisbo ideológico, a todos aquellos que un día por sus ideales no tuvieron inconveniente en sacrificarse al límite y ofrecer el bien más preciado que una persona puede tener, la vida. Vaya hacia ellos nuestro recuerdo.
Cuadro al óleo sobre la División Azul de Augusto Ferrer-Dalmau |
A continuación, por su interés y oportunidad, extraemos un artículo publicado recientemente por el Gral. D. Rafael Dávila Álvarez.
Rafael Dávila
Antes fue Torcuato Luca de Tena quien popularizó y dio a conocer al mundo entero la epopeya de la División Azul. Su libro Embajador en el infierno, premio Nacional de Literatura, cuenta las vicisitudes del capitán Palacios durante sus 11 años de cautiverio en Rusia. En la línea de los hallazgos documentales este periódico dio a conocer recientemente la Declaración Jurada del capitán Palacios en la que narra los hechos desde la batalla de Krasny Bor hasta el regreso de los prisioneros en el buque Semíramis. Del documento sólo se han publicado algunos extractos, aunque esperamos que pronto se haga en su totalidad. He tenido la oportunidad de leerlo y en su brevedad y precisión he comprobado que la narración histórica del militar sólo difiere del reportaje del periodista en aspectos que en aquel momento la prudencia obligaba a no desvelar.
El 10 de febrero de 1943 tuvo lugar la batalla de Krasny Bor, con la que el Ejército Rojo pretendía liberar la ciudad rusa de Leningrado del asedio al que se veía sometida por el Ejército alemán. Allí desplegaba la División Española de Voluntarios, más conocida como División Azul. Hoy, cuando se cumplen 70 años de aquella heroica gesta del Ejército español, ni podemos olvidar los hechos ni debemos reducirlos a simples y absurdas discusiones políticas o torcidas revisiones históricas. Lo que allí sucedió honra a los protagonistas por su ejemplar y heroica actuación y es deber de gratitud recordarlo y enorgullecernos de su conducta.
Mucho se ha escrito sobre estos hechos y aún faltan documentos por descubrir. Historiadores como Carlos Caballero Jurado nos han permitido conocer los acontecimientos con precisión y método. Recientemente el general y doctor en Historia Salvador Fontela ha publicado una magnífica obra titulada Los combates de Krasny Bor, donde nos relata, con documentos inéditos, los detalles de los combates a través de los partes de guerra de los jefes de unidad.
Antes fue Torcuato Luca de Tena quien popularizó y dio a conocer al mundo entero la epopeya de la División Azul. Su libro Embajador en el infierno, premio Nacional de Literatura, cuenta las vicisitudes del capitán Palacios durante sus 11 años de cautiverio en Rusia. En la línea de los hallazgos documentales este periódico dio a conocer recientemente la Declaración Jurada del capitán Palacios en la que narra los hechos desde la batalla de Krasny Bor hasta el regreso de los prisioneros en el buque Semíramis. Del documento sólo se han publicado algunos extractos, aunque esperamos que pronto se haga en su totalidad. He tenido la oportunidad de leerlo y en su brevedad y precisión he comprobado que la narración histórica del militar sólo difiere del reportaje del periodista en aspectos que en aquel momento la prudencia obligaba a no desvelar.
Conocí al capitán Palacios en Potes el año 1973. Yo era un joven teniente destinado en la Compañía de Operaciones Especiales número 61 de Burgos. Hablar con el capitán Palacios, ya general y laureado, era para nosotros volver a las lecciones de épica de la academia, una permanente lección magistral de espíritu militar. Nunca se ponía de ejemplo y si nos daba algún consejo lo hacía con fina sabiduría e inteligente humildad. El laureado capitán Palacios representa la síntesis del valor y del honor de todos los soldados españoles que como valientes lucharon o como héroes murieron en el frente ruso o en sus campos de concentración. Escrita está para la historia la epopeya de la División Azul y disponemos ya de todos los datos de la batalla de Krasny Bor, pero una cosa es la historia y otra el deber de gratitud a los que la forjaron. No podemos dejar que pase esta efemérides sin honrar a los hombres que firmaron una de las más brillantes páginas de nuestra reciente historia militar.
Regreso a la Patria
Después de 70 años y como pequeño homenaje recordemos cómo fue aquel 10 de febrero de 1943 para una de las muchas unidades españolas desplegadas en aquel frente, la 5ª Compañía del II Batallón del Regimiento 262 de la División Española de Voluntarios, la compañía del capitán Palacios. Él mismo nos lo contaba. Defendía parte del sector de Krasny Bor, en el frente ruso de Leningrado, cubriendo un amplio frente de cerca de dos kilómetros. En el sector del regimiento las fuerzas rusas atacantes estaban compuestas por 33.000 hombres pertenecientes a tres divisiones, más dos batallones de morteros de 80 mm, dos de anticarro de 76, uno de carros medios y pesados y, además, numerosos grupos independientes de artillería. Al final del combate, el número de bajas sufridas por la compañía del capitán Palacios superaba el 90% de los efectivos. Eran las 14.30 del día 10 de febrero de 1943, cuando el enemigo dio su último asalto, siendo hechos prisioneros los pocos defensores que quedaron en la posición, después de haberse agotado todos los medios de defensa.
La orden del Capitán Palacios se había cumplido: “Resistir hasta morir”. Comenzaban así 11 años de cautiverio. Cuando se le separó de sus soldados, se despidió de ellos diciéndoles: “Hoy habéis luchado como unos valientes, en lo sucesivo espero de vosotros sepáis seguir cumpliendo con vuestro deber”.
Sirvan estas palabras para emular su conducta y recordar a tantos héroes españoles que han entregado su vida por los demás siendo fieles al juramento que hicieron. Eran simplemente soldados de la Infantería española, esa que convierte sus penalidades, el infierno que algunos llaman, en gloria militar, la de los héroes… “Porque yo no he dejado nunca de ser ‘su’ capitán y mis soldados no han dejado nunca de ser ‘mis’ soldados”, decía Palacios. ¿Conoce alguien mejor lección de mando y liderazgo?”
*Rafael Dávila Álvarez es general de División (R)
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